«El día 23 de marzo, en Olivos, concurrí a una escuela pública, Paula Albarracín de Sarmiento. Cuando llegué me encontré con una cantidad enorme de adolescentes, sentados en el piso del aula magna para conversar juntos. De pronto, me comenzaron a preguntar sobre el último golpe militar, por qué pasó y qué significó la desaparición de personas. Al poco rato, me enteré que en el colegio el libro La Patagonia rebelde es uno de los de lectura permanente en cuarto y quinto año de la secundaria, lo mismo que la película de igual nombre que se proyecta siempre para los estudiantes. Les conté entonces sobre mis amigos entrañables, Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Haroldo Conti. Y de mis recuerdos de las redacciones donde trabajé con ellos, cuando hablábamos del riesgo que estábamos corriendo por escribir y luchar por un país más justo e igualitario. También les comenté a los estudiantes sobre las ideas de los hombres de mayo de 1813, de esos hombres que pedían la igualdad en libertad, y discutimos sobre dónde quedaron esos valores en los diversos gobiernos que les continuaron, hasta llegar a la actualidad.»
«Los jóvenes estaban por doquier, algunos hasta colgados de las ventanas. Con gratitud, contesté sus inteligentes preguntas. “¿Qué sintió cuando tuvo que irse obligado de su país y dejar todo?”, me interpeló un estudiante de secundario. Le contesté que tuve una gran angustia y desazón por lo injusto de esa persecución. Yo solamente había escrito la verdad histórica, todo estaba investigado y siempre tuve las pruebas de todo lo escrito en mis libros. Ya sabíamos lo que estaba pasando, de a poco empezamos a ver esas prácticas autoritarias y criminales que empezaba a ejercer ese gobierno militar, desaparición de personas, torturas, represión y muerte.»
«Otra pregunta: “¿Qué piensa del futuro de la Argentina?” Respondí que el futuro depende de nosotros, que lo debemos construir entre todos. Por eso son tan importantes las asambleas, porque las decisiones las tenemos que tomar en común, el diálogo es lo más importante, hay que sostener una verdadera democracia, cueste lo que cueste. No existe democracia sin diálogo, discutir pero siempre en términos respetuosos, y la decisión de todos es la que cuenta. Por último les dije que sería bueno que los profesores los lleven a visitar las “villas miserias”, para que puedan ver que no hay derecho a que unos tengan tanto y otros nada. Tenemos que comprender que no puede haber niños con hambre, ni casas precarias; es importante que todos podamos vivir con la misma dignidad. Para eso tiene que existir la verdadera democracia, para no repetir lo que se hizo mal y llegar a la igualdad en libertad.»
En el marco de la conmemoración por el 40º aniversario del golpe de Estado de 1976, el escritor Osvaldo Bayer estuvo en nuestra escuela. El texto que transcribimos fue escrito por él y publicado en el periódico Página 12